2018: Un golpe de realidad para el mundo

365 días y no todo es negativo pero el 2018 será recordado como un año convulso, crispante; un año que abofeteó al mundo y nos propinó una dosis de realidad. Por ahora un repaso de algunas de las informaciones internacionales.

Nicaragua nunca olvidará el año 2018. La reserva moral nicaragüense despertó y exigió un cambio al gobierno sandinista; el desenlace, Daniel Ortega y Rosario Murillo encabezando y patrocinando acciones violentas en contra de la población civil.

A la fecha las muertes producto del conflicto rondan entre las 300 y 500 víctimas, las cifras varían según la organización pro Derechos Humanos nicaragüense se consulte. Los estudiantes universitarios se contabilizan como la mayoría de las víctimas.

El gobierno de Ortega solo válida 195 fallecidos y la cifra se constituye principalmente por policías supuestamente asesinados por los protestantes.

Pero las protestas no solo dejaron fallecidos. Cientos de personas se contabilizan en listas de desaparecidos, sin un dato por precisar debido a la falta de información, y además más de 600 nicaragüenses están encarcelados vinculados en acciones relacionadas a las protestas, pero que ahora son calificadas como terrorismo por parte del régimen orteguista.

También en las últimas semanas extranjeros nacionalizados nicaragüenses han perdido su ciudadanía; organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación han sido tomados de manera violenta y sin respaldo legal por parte de la policía orteguista.

Miles de nicaragüenses han sido expulsados debido a la violencia. En Costa Rica se contabiliza el ingreso de cerca de 25 mil nicaragüenses desde mayo anterior.

Ese es el saldo de meses violentos en Nicaragua. Las protestas que encabezaron estudiantes y adultos mayores en contra de las reformas promovidas por Daniel Ortega al Instituto de Seguro Social (INSS) ya son un viejo recuerdo en un conflicto con una escalada de violencia ascendente.

En un viejo puente peatonal en Managua, la capital de Nicaragua, recuerdo haber hablado -en mayo- y por unos minutos con Adrián Cuadra, un adulto de 75 años, quien estaba viendo el paso de una manifestación y aseguró exaltado, “esto es increíble”, para inmediatamente añadir “Estoy sorprendido. Esto es un mar de gente. Es increíble cómo la gente tenía guardado todo y ahora explotó”.

El sentimiento de Cuadra es el sentimiento de miles de nicaragüenses que luego de 11 años de gobiernos sandinistas, decidieron tomar las calles para protestar y pedir cambios al presidente Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, actual vicepresidenta de la República. La respuesta del régimen fueron las balas.

Los últimos ocho meses nos llegan imágenes desgarradoras desde Nicaragua, como por ejemplo la vivienda quemada con sus integrantes, entre ellos niños menores, dentro. Personas atrincheradas durante más de medio día dentro de una iglesia que está siendo atacada por policía y paramilitares, o las más recientes, toma por parte de la policía de edificios de oenegés o medios de comunicación independientes.

Por ahora y por más presión internacional, las únicas acciones sancionatorias provienen de Estados Unidos. El gobierno de Donald Trump sancionó al asesor personal de Ortega, Nestor Moncada y la esposa del presidente, Rosario Murillo. Las propiedades y fondos de ambos funcionarios nicaragüenses en Estados Unidos han sido congeladas por las autoridades norteamericanas.

Nicaragua además pasó a ser una amenaza para la seguridad norteamericana, según la misma declaración del gobierno de Trump, que además promovió la firma del Nica Act, una legislación que promueve sanciones en contra del gobierno de Nicaragua.

Ortega y Murillo poco han dicho de todo esto en los últimos meses. Las intervenciones públicas de ambos se mantienen seriamente restringidas. Incluso el mandatario canceló dos recientes giras a México y a Guatemala, debido al anuncio de protestas en el exterior en contra de la presencia del mandatario de Nicaragua, quien solamente si viajó a Cuba a un encuentro de los países miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).

El discurso oficial promueve la idea de que las protestas son financiadas y promovidas por la derecha nicaragüense afín a la políticas de Estados Unidos. Además Rosario Murillo al inicio del conflicto consideró a los protestas como grupos minúsculos de resentidos, también aseguró que eran vampiros en busca de reclamar más sangre. “Siguen apostando, siguen planificando inestabilidad, dificultades, ellos, los que han promovido y financiado las acciones del golpe clasista, terrorista y criminal”, dijo Rosario Murillo en una de sus intervenciones.

Pero pese al aumento de la violencia, la esperanza de miles de nicaragüenses se mantiene. En mayo, en Managua, una de las voceras estudiantiles, Madeline Caracas sentenciaba: “Creo que estamos en un momento en el que hemos aprendido muchas cosas, y que vamos a hacer lo posible para que no se repitan los mismo errores”.

La principal lección aprendida por la población ahora, es que las armas no solucionan los problemas, y es por ello que la vía violenta todavía no es una opción para acelerar el defenestramiento del régimen de Ortega.

En el exilio ahora miles de nicaragüenses alzan la voz y se organizan para regresar a Nicaragua una vez finalizado el conflicto.

Cada año, cerca de 400 mil centroamericano caminan los casi tres mil kilómetros de distancia entre la frontera sur y la norte de México.

La ruta significa un peligro para los pequeños grupos de personas que se enfrentan a extorsiones, asaltos y secuestros en carretera de las bandas de narcotráfico que controlan la ruta de las droga en territorio mexicano hacia Estados Unidos.

Para disminuir el peligro, miles de migrantes hondureños decidieron encontrarse en un punto en común e iniciar un éxodo sin precedentes en la región, y que hoy este camino los lleva a la frontera de Estados Unidos, en donde, muchos se encuentran detenidos debido al operativo militar desplegado por el gobierno de Donald Trump y por ahora, a la espera de una oportunidad para cumplir el “sueño americano”.

“Lo que nos empujó a esto es la violencia y la economía de allá”, afirmó Josué, un joven migrante Hondureño que aguardaba, en un albergue instalado en la Ciudad de México, continuar su camino hacia Estados Unidos. Josué añadió: “El presidente es malo, es un mal gobernante”.

El viaje implica mucho para Josué: “Mi intención es llegar, trabajar, tener lo que cualquier ser humano: tener una casa, un hogar, una familia”.

En octubre miles de centroamericanos iniciaron una marcha hacia Estados Unidos. El origen de este éxodo masivo no está claro, algunos de los migrantes aseguran que al ver la información por la noticias locales no lo pensaron dos veces.

“Yo agarré mi maleta y ni me bañé”, me dijo José, un hondureño que a inicios del mes de noviembre estaba esperando continuar su camino en un albergue instalado en la Ciudad de México. José tenía tres semanas de caminar desde Honduras, su meta llegar a Estados Unidos para ganar dinero para su familia.

La ruta no estuvo exenta de problemas, cientos de migrantes centroamericanos han tenido que sortear los intentos de autoridades estatales mexicanas para detener el avance de la caravana.

Por ejemplo, el incumplimiento del gobierno de la ciudad de Veracruz de enviar al menos 150 unidades de buses para trasladar de manera más segura los migrantes a la Ciudad de México. Pese a la promesa los buses nunca llegaron por los migrantes.

“El gobierno nos ha mentido”, me dice con aplomo un hombre hondureño que desayuna un elote esa fría mañana de domingo en la Ciudad de México, mientras recuerda como fue cruzar nadando el río que separa a Guatemala con México.

El camino por territorio mexicano también ha implicado el ataque de bandas organizadas en contra de los migrantes. La Comisión Nacional de Derechos Humanos mexicana reportó, a inicios de noviembre, la desaparición de al menos dos autobuses con migrantes centroamericanos para un total de 80 personas presuntamente secuestradas por cárteles de la droga.

“He estado apunto de regresarme, pero he hecho todo el esfuerzo por llegar arriba, por el sueño americano y más lo hago por sacar adelante a mi familia”, me dijo Heiler un joven hondureño de 21 años.

Al escribir estas líneas no es posible precisar que sucede con los miles de centroamericanos que han llegado a Ciudad de México desde inicios del mes de noviembre.

Los diferentes grupos que partieron desde los países del triángulo norte, porque ya no solo Hondureños iniciaron este éxodo masivo hacia Estados Unidos, en las denominadas caravanas de migrantes, ahora, se dispersaron y transitan por México sin una agenda clara hacia su destino final: Estados Unidos, país que por el momento les impide el paso hacia su territorio.

El convulso panorama político del gigante sudamericano fue aprovechado por la ultraderecha conservadora brasileña para colocar en la presidencia a Jair Messias Bolsonaro, un ex militar y diputado brasileño.

El partido de Bolsonaro, el Social Liberal supo aprovechar su oportunidad tras una administración cargada de una creciente crisis económica y escándalos de corrupción de los cuales se acusa al mismo ex-presidente Lula da Silva (2003-2011), del Partido de los Trabajadores, y quién se mantiene preso acusado por dichos delitos, por lo tanto no pudo participar del proceso electoral.

Bolsonaro logró el 55% de los votos con un discurso abiertamente autoritario, racista, machista, homófobo, dictatorial y defensor de los valores más tradicionales.

Las declaraciones en donde afirma que preferiría que sus hijos muriesen antes de que fuesen homosexuales, o en donde advierte a una diputada que no merece ser violada, así como otras donde se declara defensor de la dictadura brasileña (1964-1985) y sus métodos de tortura y asesinato, o en donde arremete contra sectores indígenas y afrodescendientes; no fueron suficientes para que el pueblo brasileño no emitiera el voto a su favor, al contrario, aparentan haber sido ideas impulsoras del voto.

Bolsonaro se proyectó a sí mismo como el candidato con una ideología disconforme con el orden político o social establecido, y el único capaz de cambiar el status quo del mismo.

El discurso de Bolsonaro tuvo como eje la promesa del combate a la corrupción. Sin embargo, hace pocos días, un informe del Consejo de Control de Actividades Financieras (Coaf) reveló movimientos sospechosos en cuentas de personas allegadas al presidente electo.

El hallazgo de las actividades se enmarca en una operación denominada Furna da Onça (Cueva de la Pantera) una vertiente de la investigación Lava Jato, que ha revelado algunos casos de movimientos ilícitos de dinero entre funcionarios de la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro.

Ahora y con estos antecedentes, el nuevo mandatario asumirá el cargo en enero y previo a esta fecha sus intervenciones no han estado lejos de la polémica.

En algún momento se especuló que Bolsonaro cerraría el Ministerio de Ambiente y las labores de este las asumiría otra cartera.

La información fue condenada por grupos ambientalistas brasileños e internacionales, que temieron la suerte que pudiera correr el Amazonas en manos de un político como Bolsonaro, o el futuro de Brasil dentro del Pacto de París contra el cambio climático.

Lo cierto es que el gobierno de Brasil desistió de albergar el próximo año la cumbre mundial del clima COP25, y que además, Brasil si tendrá Ministro de Ambiente, pero el nuevo jerarca de la cartera, es cuestionado por organizaciones como Greenpeace o el Observatorio del Clima, y es tachado como “un aliado del influyente sector ruralista o responsable del “desmonte de la gobernanza ambiental del Estado de Sao Paulo”.

Al final Bolsonaro nombró 22 ministros, siete menos que su antecesor, Michel Temer. Entre su gabinete habrán cinco miembros de las Fuerza Armadas, eso sin contar a su vicepresidente. Por lo que su gabinete es calificado como “cívico-militar”.

Sin haber asumido su cargo, el nuevo mandatario envió un mensaje directo a la región, ya que a  la ceremonia de posesión de Bolsonaro no fueron invitados los presidentes de Cuba ni Venezuela. Las invitaciones enviadas a estas delegaciones fueron retiradas por orden del nuevo presidente.

Pero además ya han habido señas de la política internacional de lo que será la administración de Bolsonaro, el nuevo gobierno de Brasil tiene en mente trasladar la embajada en Israel a Jerusalén, siguiendo los pasos de lo hecho por el gobierno estadounidense, Donald Trump, o del guatemalteco, Jimmy Morales, una decisión polémica que desató una serie de protestas en las que fallecieron casi 60 palestinos.

El Brasil pluricultural y multiétnico se enfrenta al reto de sobrevivir a los cuatro años de administración Bolsonaro, quien deberá gobernar en un país dividido y con una oposición en busca de revancha.

El panorama político europeo se transformó durante el 2018. El ascenso de nuevas fuerzas, movimientos y figuras políticas reconfiguran el mapa del Viejo Continente.

En 2018, la estable democracia francesa es acorralada por un movimiento de protesta iniciado por camioneros en contra del alza a los combustibles. Ahora los denominados “chalecos amarillos” aglutinan a miles de franceses descontentos a lo largo de todo el territorio galo.

La decisión del presidente de Francia, Emmanuel Macron de anular el incremento en el precio del combustible, y en cambio aumentar los salarios mínimos, poco aplaca la protesta callejera, que ya han dejado un saldo de ocho personas fallecidas.

Las protestas francesas no han sido atribuidas a ningún movimiento político organizado sino que más bien responden a convocatorias espontáneas, bastante heterogéneas, pero eso sí, según circula en medios de prensa internacionales que organizadores de las protestas estarían vinculados a ideologías pro sionistas, homofóbicas y facistas.

Por si no fuera poco, partidos políticos de extrema derecha francesa como la Agrupación Nacional (Ex Frente Nacional) o Debout la France (Francia de Pie), así como parte de los conservadores de Los Republicanos han manifestado explícitamente su apoyo a los “chalecos amarillos”.

Lo cierto es que las protestas de los chalecos amarillos tiene en jaque el liderazgos del presidente Macron quien ha cedido protagonismo internacional debido a las presiones que significa atender la crisis en la Francia, que se presentaba como una alternativa al auge del radicalismo de la derecha en Europa.

El crecimiento del descontento a la política del viejo continente se está traduciendo en el crecimiento de movimientos radicales de derecha. Los resultados, de alguna manera, sorpresivos en las elecciones de Andalucía, la comunidad autónoma española con mayor número de población, ha supuesto un cambio en el panorama político del país ibérico.

Por primera vez desde el regreso a la democracia en España (1982) la derecha tiene la posibilidad de formar gobierno y acabar con 22 años de mandatos continuos del Partido Obrero Socialista Español (PSOE) en Andalucía.

La irrupción del partido de extrema derecha Vox ha supuesto el aglutinamiento de ese voto protesta, del voto anti u opuesto a las formaciones políticas tradicionales.

Los de Vox por su parte prometen la supresión de las autonomías en España, con ello evitar la posibilidad de que el proceso de independencia en Cataluña avance. El programa electoral de Vox Andalucía se resume en tres palabras: España, unidad y soberanía. Por lo tanto se incluyen medidas para frenar la migración hacia el país europeo.

Por ahora, la gran incógnita es si partidos como el Popular o Ciudadanos están dispuestos a firmar un pacto de gobierno con la extrema derecha de Vox.

Los de Vox tienen la expectativa de que el resultado en las elecciones andaluzas es un presagio del auge de los movimientos de extrema derecha en Europa. Replicando el ejemplo de fuerzas políticas como la Liga Norte en Italia, el Partido de la Libertad de Austria o Alternativa para Alemania.

Los retos de Europa no solo son internos sino que supone para este continente la atención de los miles de migrantes, principalmente, africanos que cada año arriban a sus costas. A julio la estadística decía que casi 60 mil migrantes habían llegado por mar a España, Italia y Grecia. Casi 1500 personas murieron intentando realizar el viaje.

2018: Un golpe de realidad para el mundo
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