Un Epicentro cargado de música

El domingo 22 de abril se celebró en Parque Viva la edición más reciente de la marca Epicentro, y hasta la fecha la más grande y ambiciosa.

El día de la cita finalmente llegó tras la bulla que generó en redes el anuncio súbito del cartel  y preventa a pocas semanas del 22 de abril, después del anuncio inicial del festival en diciembre.

El evento estuvo distribuido en 3 tarimas: dos en el anfiteatro, bautizadas como Lado A y Lado B, y una en el salón de eventos, llamada Alerta. Además de la música, hubo puestos de tatuaje, diseño local, una expo de posters en serigrafía de conciertos internacionales, un área de grupos y ONG’s que tratan temas de ambiente y urbanismo, rampa de skate y amplia área de comidas y bebidas.

Tras un retraso de 25 minutos de la hora anunciada, Colin Caulfield (US) inaguraba la tarima principal en el denominado Lado B con los primeros sonidos. El guitarrista de DIIV presentó su proyecto solista en sustitución de Alex Anwadnter, quien días antes se vio obligado a cancelar su presentación. Lo de Colin fue un pop de melodías gentiles y su presencia escénica entre relajado y despreocupado. Presentó su set corto frente a los fanáticos que ya se congregaban en el anfiteatro.

Casi al mismo tiempo, Elsa y Elmar (COL) hacía lo propio en la tarima Alerta, poniendo el tono de lo que experimentaríamos el resto del domingo: las presentaciones más interesantes y vitales del festival se dieron en ese sitio. Elsa no se encogió ante la difícil tarea de abrir un festival, en esas primeras horas donde el público apenas está ingresando, y dio un show enérgico digno de la tarima principal, lleno de baile inspirado en sonidos de dembow y champeta, cover de La Factoría incluído.

De vuelta al anfiteatro, el telón del Lado A subió para Las Robertas (CR), alineación engalanada por Russel de Ave Negra para este chivo, tocando su material reciente más influenciado por la psicodelia vista por el lente de los 90’s, y curiosamente apto para el calor de La Guácima. Mercedes presentó una canción nueva “esta la compusimos para Fabrizio” –el ex-candidato presidencial-, “por dicha no ganó”, dijo con una sonrisa.

Seguido de Las Robertas, DIIV (USA) arrancó en el Lado B. Uno de los artistas más esperados por muchos. “¿Hola cómo están? Es nuestra primera vez en Costa Rica”, dijo Colin en un español más que adecuado, “entonces es bien chévere, pura vida”. El público seguía ingresando a poquitos, todavía estático pero atento a los neoyorkinos. Repasaron temas de sus dos discos y algunos nuevos inéditos. Para el final del set, un grupo de los presentes se animó a armar un slam.

Para las agrupaciones nacionales, tocar en el mismo horario que un artista internacional podría sugerir una menor asistencia, pero Javier Arce (CR) logró congregar un público considerable y visiblemente fiel a la obra del cantante de Cocofunka. Con un ensamble económico pero versátil, abrió con su sencillo “Quise Fuego”, e incluyó un tema nuevo que está trabajando con el argentino del colectivo ZZK, Lagartijeando.

424 (CR) es una banda de escenarios grandes. Su sonido expansivo funciona bien en espacios abiertos. Empezaron con el pozo del anfiteatro a tímida capacidad, y para cuando iban por el tercer tema ya estaba lleno a la mitad. Repasaron temas de sus dos álbumes, Oro y Siempre Mar.

Del otro lado, Jesse Baez (GUA) dio uno de los shows más subestimados del Festival. Acompañado de sus secuencias y un baterista en vivo que terminó de darles vida y agrandarlas, Jesse posee un carisma sutil que lo vuelve magnético. Se mantuvo literalmente al filo de la tarima en todo momento. Agradeció estar en el país y recordó cuando vino en ocasiones anteriores con su otra banda, Easy Easy. Para el tema “Quiero Saber” invitó al escenario a Álvaro Díaz, quien más adelante repetiría el gesto.

Little Jesus (MX) tocaba mientras tanto en el Lado B. Ya entradas las canciones invitaron a Elsa y Elmar a cantar un tema y su set tomó un tinte más energético, seguido tocaron un jam extendido bailable y dieron los primeros destellos de ambiente de fiesta en la tarima principal. Little Jesus es una banda que se ve que se divierten en escenario, haciendo bailes y moviéndose por todo el espacio, lo que conecta muy bien con el público.

Monte (CR) por su parte logró congregar a la multitud más grande de la tarima Alerta, y dio uno de los shows más memorables de todo el festival. “Ya no voy a tocar tan duro”, dijo Adrián Poveda al sonidista mientras cambiaba de guitarra después de los primeros temas, pero la banda no escatimó, derrocharon toda su energía y la gente les retribuyó con un vaivén de cuerpos y crowdsurfing en una de las mejores respuestas del público de la tarde. El próximo año van a necesitar un escenario más grande.

Sonámbulo (CR) es una banda única, un mélange de ritmos afro/beat/latino, que en otras partes de Latinoamérica tiene a sus propios grandes exponentes recientes, pero Sonámbulo es inequívocamente costarricense. Presentaron su más reciente material Domitilia y su Jardín que puso en hervidero lento a La Guácima y demostraron ser dignos del mito que les cuelga.

La última vez que vimos a Clubz (MX) en nuestro país, eran un dúo de teclados, guitarras y caja de ritmos. En esta ocasión se presentaron como trio, con un saxofonista, y Orlando tocando el kit de batería. Otro concierto memorable de la tarima Alerta, con integrantes de Little Jesus como invitados en Golpes Bajos, Coco al filo del escenario soleando la guitarra y Orlando desaparecido entre el público y vuelto a reaparecer, entretanto el público coreaba los temas, lo abrazaban y se sacaban selfies con él.

Kinky (MX) terminó de prender al público con su característica mezcla de big beat, funk, sonidos regionales mexicanos y oda a la fiesta (y al after (y al after del after)). Canciones como Ejercicio #16 son máquinas perfectas para manipular a la audiencia, que armó la pista de baile más grande de Epicentro. El furor era palpable.

The Voidz (USA) se anunció con el mayor revuelo y provocó la mayor expectativa del festival. Empero el proyecto de Julian Casablancas, de la fama de The Strokes, protagonizó la presentación más anti-climática de la velada. Plagados por problemas de sonido, The Voidz forcejearon contra las adversidades durante toda la hora programada, con Julian cantando de espaldas al público buena parte de la presentación. La música de The Voidz un tanto esquizofrénica y disonante, saltando entre Pop Ochentero y cuasi-Heavy Metal, junto a los problemas de sonido, no ayudó a captar la imaginación del público, que se fue desgranando rápidamente hasta vaciar la mitad del recinto, y el anfiteatro no se volvió a recuperar después de eso.

Álvaro Diaz (PR) experimentó la menor asistencia de Alerta, una lástima pues dio un show energético que mucha más gente debió haber disfrutado. Repitió “Quiero Saber” con Jesse Baez y se notó la camaradería entre ambos artistas. “Te quedas el resto del show” dijo Álvaro en broma, y compartieron varias canciones más.

Para el final de The Voidz se escuchaba una guacharaca inquieta en el Lado B del anfiteatro. Celso Piña (MX) es una leyenda viviente y no quedó duda el domingo. “Por primera vez en Costa Rica, el Rebelde del Acordeón, con ustedes, el maestro Celso” anunció el guacharaquero y maestro de ceremonias, e inició el baile. Repasaron algunos de sus temas más conocidos, como Cumbia Poder, Aunque No Sea Conmigo y Cumbia Sobre El Río, que presentó diciendo “la que sigue le dio vuelta al mundo… andábamos en China, ya los chinos se la saben”. Además de jams extendidos de cumbias tradicionales como la Cumbia Sampuesana, cuando aprovechaba para introducir a sus músicos y su MC soltaba algunas rimas, y Cumbia Cienaguera, donde aprovechó para homenajear al maestro Aniceto Molina.

El anfiteatro recibiría a su último público al ritmo de 2 Many DJ’s, duo belga integrantes de la banda Soulwax. Lo suyo fue un set variado, cargado de bangers, jackin’ House, Electro, y remixes de temas conocidos, complementado por visuales específicos basados en la portada de cada disco que mezclaban. Su set terminó abruptamente tras un corte del sonido.

Chax reporta: Rey Pila (MX) se unió sorpresivamente al evento en sustitución de Wavves, quienes no pudieron ingresar al país desde Perú, y dejó una grata impresión en el público local. Su sonido parte de la época dorada de los ochenta y lo reflejan en su imagen. Experimentan con instrumentación variada, combinando teclados y sintetizadores con arreglos de guitarra y una batería marcada y armoniosa. Temas como Israel y Ninjas sobresalieron.

Jessy Lanza (CAN) dio el último gran show de la tarima Alerta. Su personalidad es entre tímida y desenvuelta, su presencia austera y su apoyo visual extrañamente complementario a su música. En las pantallas veíamos a un tipo canoso de gafas tomando café y actuando de forma siniestra, mientras por los parlantes sonaban canciones pop con sub-bajos aptos para hundir la cavidad del pecho.

S U R V I V E (USA) estuvo a cargo del cierre. Cuerpos cansados desperdigados adornaban el piso del salón, los últimos valientes que aguantaron hasta el final. El dúo texano arrancó con sonidos amorfos de sintetizador durante varios minutos, para dar lentamente paso a un beat cavernoso. De ahí se llegó a poner progresivamente más bailable, pero al final el agotamiento les ganó a la mayoría de asistentes que fueron evacuando el Parque Viva poco a poco, quedando un fan solitario frente a la tarima matizando los últimos pulsos.

Lo Bueno

-Sets sobresalientes de Elsa y Elmar, Monte, Jesse Baez, 424, Sonámbulo, Clubz, Kinky y Celso Piña.

-Exceptuando los fallos técnicos durante del bloque de headliners que afectaron a The Voidz y en menor medida a Kinky y Celso en la tarima principal, el sonido estuvo consistentemente bueno, incluso en la tarima Alerta, donde la acústica del lugar atentaba con difuminar todo en reverberación natural pero no sucedió así.

-Finalmente, el Parque Viva demostró ser un lugar adecuado para un festival de esta dimensión, espacioso y con servicios sanitarios amplios y limpios; con suficiente oferta de comidas y bebidas donde no existió el abarrotamiento que se ha experimentado en otros eventos masivos.

Lo Malo

-El primer lunar del festival apareció desde mucho antes de que sonara la primera nota musical. El anuncio y la promoción fueron erráticos y apresurados. Hubo silencio después del anuncio del festival en diciembre y la preventa apareció muy cercana a la fecha del concierto, lo que disuadió a muchos asistentes potenciales ante la dificultad de costear la entrada de ese precio con tan poco tiempo. El público de Epicentro es joven, como se evidenció el domingo, y el tema monetario es uno importante a considerar. En un giro irónico, los que si confiaron e hicieron la inversión, se vieron defraudados cuando a pocos días del festival el precio de las entradas cayó vertiginosamente, o se conseguían de gratis.

-Llegado el día, las puertas no abrieron al público a la hora indicada, mientras la gente se acumulaba en la entrada, bajo el sol y sin ninguna explicación. La hora de inicio del concierto también sufrió retraso. Después de los sets de Colin y Elsa (que se sintieron recortados) se retomó el cronograma, aunque se volvió a desencajar en algunas ocasiones entrada la noche.

-Y ya fuera por la banda o su equipo técnico y de sonido, el set de The Voidz frenó el impulso del festival y la curva ascendente de energía que llevaba hasta el momento. Pasaron de perfilarse como uno de los shows esenciales, a resultar en una confusa desilusión, excepto talvez para los fanáticos más acérrimos de Julian y los Strokes.

Un Epicentro cargado de música
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